Un “virus” digital se apodera de nuestra vida privada (Por Andrew Keen)
(CNN) — En este preciso instante, un virus de trillones de dólares está esparciéndose por todo Silicon Valley: se llama redes sociales. Es como una mancha digital implacable que se alimenta de nuestra información más íntima.
Mientras más grande es la red social, es mayor también la cantidad de información personal que demanda, y por tanto, cada vez va invadiendo más nuestras vidas y se va alimentando de una manera voraz de la información de nuestros contactos, afectando nuestra privacidad.
La histeria pública provocada recientemente por este virus se debe a una red social de reciente aparición que se llama Path, a la que acusan de copiar los contactos del iPhone sin pedir permiso a través de su aplicación móvil. También a Twitter lo han acusado de ese mismo tipo de invasión a nuestra privacidad, en su caso, por copiar las direcciones que tenemos en nuestros smartphones sin nuestro permiso o conocimiento.
Pero esta problemática va más allá de Path o de Twitter, o incluso de Facebook. En realidad es un virus que se puede instalar en el corazón mismo de esta industria trillonaria de las redes sociales.
Silicon Valley ha creado una ley para explicar este virus permanente: la Ley Metcalfe, llamada así en alusión a Bob Metcalfe, inventor del Ethernet que asegura que “el valor de una red de telecomunicaciones es proporcional al cuadrado de usuarios conectados a ella”. O explicado con mayor simpleza: las redes sociales valen más mientras más grandes sean.
Las redes sociales tienen la misma biología que los virus, si no se reproducen rápidamente, mueren. Y las redes más exitosas y valiosas, como Twitter, Google+, Foursquare, Pinterest, Instagram, Tumblr y LinkedIn, son a las que se suscriben más personas.
El ayudarnos a “descubrir” nuevos amigos se convirtió en la droga de cada red social, entre más grande es nuestra red personal, más información personal compartimos, y entre más personas están conectadas con nosotros, más valor le damos a esa red.
Entonces, no debería sorprendernos la posibilidad de que Path, Twitter y, dicen por ahí, casi todas las redes sociales dominantes, desde hace años, han compartido nuestros directorios a través de sus aplicaciones.
Dave Morin, director de Path, defendió su toma de información diciendo que son “prácticas válidas en la industria”. Pero justo ahora, conocedores del tema como el legendario bloguero Dave Winer, y en libros como el escrito por Lori Andrews I Know Who You Are And I Saw What You Did, han sacado a relucir el sucio secreto del Silicon Valley.
Al igual que Morin, yo también creo que es una práctica habitual. Tomemos como ejemplo a LinkedIn, una de las redes más respetadas. Yo tengo mi cuenta en LinkedIn y siempre he tenido curiosidad por acceder a la sección de “Personas que Quizás Conozcas”, una herramienta que siempre me ha parecido sospechosa.
Por eso mismo, ayer hice una prueba, y entre las personas que me sugirió LinkedIn se encontraban mi mejor amigo británico de la infancia, el corredor de bienes raíces que me vendió una casa en Alabama, un amigo y vecino de California, mi ex jefe en Silicon Valley, y el editor de Nueva York de mi primer libro. La misteriosamente acertada lista cruzó continentes, vidas, culturas y épocas. Y realmente conocía al 90% de su lista, ¿Da miedo no?
“Pregunta: ¿Cómo es que la lista de sugerencias de Linkedin puede ser tan misteriosamente acertada?”, escribí en mi cuenta de Twitter.
La vocera de LikedIn, Krista Canfield, me respondió lo siguiente vía correo electrónico: “Como muchas compañías que dependen de algoritmos para ofrecer recomendaciones precisas a sus miembros, nosotros no compartimos muchos detalles por obvias razones. Lo que sí te puedo decir es que utilizamos una variedad de puntos de información, incluyendo pero no limitándonos, a conexiones mutuas y visitas de perfiles, entre otros, para realizar esas recomendaciones.
“También quisiera aclarar que cualquier información que usamos es completamente consistente con nuestra política de privacidad”.
Otra respuesta la recibí de DJ Patil, ex científico en jefe de LinkedIn que ahora trabaja para Greylock Ventures, una firma de capital de riesgo. “Una de las cosas que buscamos en cada científico de información es un 11 sobre 10 en su ESP”, escribió en un tweet.
El ex director de Google, Eric Schmidt, dijo que espera que algún día su máquina de búsqueda nos conozca mejor de lo que nosotros mismos lo hacemos; y la que parece ser la meta de LinkedIn es conocer nuestra red personal más íntimamente de lo que nosotros mismos podemos.
Pero, obviamente, el problema es que nosotros no queremos que nuestras redes sociales tengan 11 de 10 en sus ESP. Es por ello que la controversia con Path ha provocado un debate tan intenso en Silicon Valley, razón por la que el director de la misma, después de que cientos de usuarios molestos lo confrontaran, incluyendo a la actriz Alyssa Milano, ofreciera una disculpa pública por lo acontecido.
Uno de los analistas más informados sobre este virus es Nick Bilton, columnista de tecnología del New York Times afincado en San Francisco. El fin de semana pasado, escribió una inteligente crítica a la falta interés respecto a la privacidad en Silicon Valley: “Muchas disculpas, pero mucha información extraída”. Entonces le escribí a Bilton y le pregunté cómo deberíamos de enfrentar esta invasión a nuestra privacidad, que implica el robo de nuestra información.
Su respuesta fue muy realista.
“Como usuarios de estos sitios y aplicaciones, no tenemos ni idea de qué tipo de información ponemos en bandeja a cambio de un acceso gratuito”, escribió. “Distinto sería si alguno de estos proveedores de servicios me dijera que planea leer mis correos electrónicos, revisar mi directorio o husmear en los cajones de mi ropa interior. Si fuera así, sería mi responsabilidad si decido usarlo o no, pero una cosa totalmente diferente es que hagan todo esto cuando ellos quieran”.
Por supuesto que me gustaría que LinkedIn, Facebook y otros servicios me ofrezcan una mejor experiencia, pero lo que quiero es saber qué es lo que están haciendo con mi información personal, y así yo puedo decidir si me doy de alta o no, entendiendo las consecuencias potenciales que eso podría provocar o incluso optar por buscar otro servicio que sea más transparente”.
Por supuesto que Bilton está en lo correcto, no es suficiente que científicos de información sofisticada como DJ Patil señalen que sus algoritmos sociales son muy inteligentes, lo que realmente necesitamos es una explicación clara sobre cómo una red como LinkedIn tiene un conocimiento tan exacto de tantas de mis amistades más cercanas.
Pero esto no existe en la actualidad, el permiso de los usuarios, por ejemplo, tiene casi 6,500 palabras y los usuarios necesitarían de una licenciatura en leyes para poder entenderlo.
Bilton también dice que es igual de importante recordar qué información estamos dando a cambio de un “acceso gratuito”. Las redes sociales como Facebook, Twitter y Path son servicios gratuitos en los que nosotros somos realmente lo que ellos le venden a los anunciantes.
La única manera de evitar que ese virus de un trillón de dolares siga expandiéndose por Silicon Valley, es enfrentándolo. O gana Dave Morin o ganamos nosotros. Entonces, como dice Nick Bilton, debemos exigir que Path y el resto de las redes sociales nos digan qué hacen con nuestra información privada, porque de lo contrario, la mancha digital consumirá toda esta información y nuestra privacidad será, en verdad, sólo un recuerdo del pasado.
*Nota del Editor: Andrew Keen es un empresario estadounidense de origen británico y escéptico profesional. Es el autor de “The Cult of the Amateur”, y “Digital Vertigo”. Éste es su más reciente comentario de una serie sobre cómo las tendencias de Internet influencian la cultura social.
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